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martes, 4 de enero de 2011

Yo, Cthulhu por Neil Gaiman (1ª Parte)


Neil Gaiman, este nombre no deja a nadie indiferente, el es uno de los mejores autores de comics y escritor de ciencia ficción y fantasía del mundo, siendo The Sandman una de las mas aclamadas, siendo una obra de culto. El en 1986 escribió un pequeño relato corto sobre nuestro amigo Cefalópodo, en el cual hace un pequeño homenaje a Lovecraft y su obra, este relato se llama “Yo, Cthulhu”, en el cual Cthulhu cuenta su historia a Whateley desde su nacimiento y las peripecias con sus amigos como es Yog-Sothoth, Nyarlathotep, Hastur y compañía.
Aquí les dejo la primera parte de esta relato, mas información sobre Neil Gaiman les dejo la dirección de su pagina: http://www.neilgaiman.com/
Sin mas preámbulos Yo, Cthulhu.

Yo, Cthulhu


¿Qué hace una cosa con cara de tentáculo como yo en una ciudad sumergida como ésta? (Latitud 47 ° 9’ S, Longitud 126 ° 43’ O)?

Cthulhu, me llaman. El Gran Cthulhu.

Nadie sabe pronunciarlo correctamente.

¿Estás escribiendo esto? ¿Cada palabra? Bien. ¿Por dónde deberíamos empezar… Humm?

Muy bien. Por el principio. Escribe esto, Whateley.

Fui engendrado hace incontables eones, en las oscuras nieblas de Khhaa’yngnaiih (no, claro que no sé cómo se deletrea. Escríbelo como suena), de pesadillescos padres sin nombre, bajo una jibosa luna. No era la luna de este planeta, claro, era una luna real. Algunas noches llenaba más de la mitad del cielo y mientras se alzaba podías ver la sangre carmesí gotear y chorrear de su cara hinchada, manchándola de rojo, hasta que desde las alturas bañaba los pantanos y las torres en una mortecina y ensangrentada luz encarnada.

Aquellos eran días felices.

O mejor dicho, noches. Nuestro hogar tenía algo parecido a un sol, pero era viejo, incluso entonces. Recuerdo que la noche en la que finalmente explotó todos nos deslizamos hacia la playa para verlo. Pero me estoy desviando del tema.

Nunca conocí a mis padres.

Mi padre fue devorado por mi madre tan pronto como la fertilizó, y ella, a su vez, fue consumida por mí mismo al nacer. Ese es mi primer recuerdo, cómo sucedió. Salir retorciéndome de mi madre, con su añejo sabor aún en mis tentáculos.

No me mires tan sorprendido, Whateley. Yo os encuentro a los humanos igual de vomitivos.

Lo que me recuerda, ¿se habrán acordado de dar de comer al shoggoth? Creo que lo oigo farfullar.

Pasé mis primeros mil años en esos pantanos. No me gustaba eso, claro, porque yo era del color de una trucha joven y de unos cuatro pies de largo. Me pasé la mayoría del tiempo arrastrándome sobre cosas y comiéndomelas. Y a su vez evitando que se arrastraran sobre mí y me comieran.

Así pasé mi juventud.

Y entonces, un día – creo que era un martes – Descubrí que la vida era más que sólo comer (¿Sexo? Claro que no. No alcanzaré esa etapa hasta mi próxima estivación; tu insignificante pequeño planeta llevará mucho tiempo frío para entonces). Fue ese martes cuando mi tío Hastur se deslizó hasta mi parte del pantano con sus mandíbulas licuadas.

Quiero decir que no era una visita para comer, y que pudimos hablar.

Ahora mismo esa es una pregunta estúpida, incluso para ti, Whateley. No uso ninguna de mis bocas para comunicarme contigo, ¿verdad? Muy bien, entonces. Una pregunta más como ésta y encontraré a otro al que relatarle mis memorias. Y tú alimentarás al shoggoth.

Nos vamos, me dijo Hastur. ¿Nos acompañas?

¿Nos? Le pregunté. ¿Quiénes?

Yo mismo, dijo, Azathoth, Yog-Sothoth, Nyarlathotep, Tsathogghua, Ia! Shub Niggurath, el joven Yuggoth y unos cuantos más. Ya sabes, dijo, los chicos. (Esto te lo estoy traduciendo libremente, Whateley, entiéndelo. La mayoría de ellos eran a-, bi-, o trisexuados, y el viejo Ia! Shub Niggurath tenía al menos mil, o eso dice. Esa rama de la familia siempre ha sido muy dada a la exageración). Salimos, concluyó, y nos preguntábamos si a ti se te ocurre algo divertido.

Yo no contesté al principio. Para ser sincero, no era demasiado aficionado a mis primos, y debido a una particularmente extraña distorsión de los planos, siempre he tenido grandes problemas para verlos claramente. Tienden a ponerse borrosos alrededor de los bordes, y alguno de ellos – Sabaoth es un claro ejemplo – tiene muchísimos bordes.

Pero era joven, y anhelaba emociones. "¡Ha de haber más cosas en la vida que esto!" grité, mientras la miasma de los deliciosamente fétidos olores carnales del pantano nos envolvía a mí y a los ngau-ngau, y los zitadores gritaban y chillaban. Dije que sí, como probablemente habrás supuesto, y rezumé tras Hastur hasta que llegamos al lugar de encuentro.

Creo recordar que pasamos la siguiente luna discutiendo sobre a dónde íbamos a ir. Azathoth tenía sus corazones puestos en la distante Shaggai, y Nyarlathotep se empeñó en los Lugares Innombrables (En mi vida podré imaginarme por qué. La última vez que estuve allí, todo estaba cerrado). A mí me daba igual, Whateley. Déjame en cualquier lugar húmedo y sutilmente extraño, y me siento como en casa. Pero Yog-Sothoth tuvo la última palabra, como siempre, y vinimos a este plano.

Ya has conocido a Yog-Sothoth, ¿verdad, mi pequeña bestia de dos patas?

He pensado mucho en ello.

Él abrió el camino para nuestra llegada.

Para ser honesto, no he pensado tanto en ello. Sigo sin hacerlo. Si hubiera sabido los problemas en los que nos estábamos metiendo, dudo que me hubiera apuntado. Pero entonces era más joven.

Si no recuerdo mal. Nuestra primera parada fue en Carcosa. Ese sitio hacía que me cagara de miedo. En aquellos días no podía mirar a los de vuestra especie sin estremecerme. Toda aquella gente, sin una sola escama ni pseudópodos, hacía que me pusiera a temblar.

El Rey de Amarillo fue el primero con el que llegué a algo.

El rey andrajoso. ¿Has oído hablar de él? La página setecientos cuatro del "Necronomicón" (de la edición completa) remarca su existencia, y creo que ese idiota de Prinn le menciona en "De Vermis Mysteriis". Y está el de Chambers, claro.

Un tipo adorable, una vez que me acostumbré a él. Él fue el primero que me dió la idea.

¿Qué innombrables demonios se puede hacer en esta insignificante dimensión?

Le pregunté.

Él se rió. La primera vez que llegué aquí, dijo, un mero color que llegaba del espacio, me hice esa misma pregunta. Entonces descubrí lo divertido que puede ser conquistar estos extraños mundos, sojuzgar a sus habitantes, haciendo que te teman y te adoren. Una verdadera risa.

Claro que a Los Antiguos no les gusta.

¿Los antiguos? Pregunté.

No, dijo, Los Antiguos. En mayúsculas. Unos tipos divertidos. Como grandes barriles con cabeza de estrella de mar, con enormes alas membranosas con las que vuelan por el espacio.

¿Vuelan por el espacio? ¿Vuelan? Yo estaba aturdido. No pensé que alguien volara aún en esos tiempos. ¿Por qué molestarse cuando uno puede fluir viscosamente, eh? Podía imaginarme por qué les llamaban los antiguos.

Perdón, Los Antiguos.

¿Qué es lo que hacen esos Antiguos? Le pregunté al Rey.

(Te hablaré sobre fluir viscosamente luego, Whateley. Aunque es inútil. No tienes wnaisngh’ang. Aunque quizás un equipamiento de badminton serviría casi igual de bien). (¿Por dónde iba? Ah, Sí).

¿Qué es lo que hacen esos Antiguos? Le pregunté al Rey.

No demasiado, me explicó. Solo que a ellos no les gusta que nadie más lo haga.

Yo ondulé, retorciendo mis tentáculos como diciendo "Ya me he encontrado con ese tipo de seres otras veces", pero me temo que el Rey no cogió el mensaje.

¿Conoces algún lugar por conquistar? Le pregunté.

Él sacudió la mano vagamente en la dirección de un pequeño e insignificante grupo de estrellas. Hay uno por allí que puede que te guste, me dijo. Se llama Tierra. Un poco lejos del centro, pero espacioso.

Pobre idiota.

Es todo por ahora, Whateley.

Cuando salgas dile a alguien que alimente al shoggoth.

Neil Gaiman, 1986.

Proximo Articulo: Yo, Cthulhu por Neil Gaiman (2ª Parte)

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